"No te dejes abatir por las despedidas.
Son indispensables como preparación para el reencuentro.
Y es seguro que los amigos se reencontrarán
después de algunos momentos o de todo un ciclo vital."
Richard Bach
Mi madre me escribió esto en una tarjeta enorme, cuando tenía 9 años e iba a cambiar de colegio. Entonces no comprendí el verdadero significado.
Ahora, tengo agujetas de tanta despedida.
En la parada del bus, en un abrazo contenido, en un andén, en un coche clavándote el cinturón de seguridad, en un llanto descontrolado con hipo y sorbos de nariz, en un mensaje al móvil, en susurros silenciosos o en promesas para olvidar, en la esquina de una calle lluviosa, en una canción (photofinish), en la puerta de tu casa... Hasta pronto, no te vayas, déjame ir contigo, te quiero, te echaré de menos, no te olvidaré, llámame, de haberlo sabido... Adiós.
Despedidas de todos los colores y sabores.
Pero después de casi todas las despedidas siempre hay un reencuentro. Casual o buscado, esperado o imprevisto, llega y trae consigo una explosión de confusa alegría. Un abrazo largo y fuerte, unos ojos chispeantes y vivaces.
Porque el tiempo y la distancia son dos palabras que duelen cuando las piensas pero alivian cuando las sientes. Enemigos y aliados.
A veces es necesario que los días recoloquen las palabras y sentimientos lanzados antaño, y ocupen un nuevo lugar.
Decir adiós te hace crecer a golpes, decir hola de nuevo te hace madurar con calma.
No te dejes abatir... El reencuentro llegará.
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