Sácame del bullicio de mi mollera con la algarabía del gentío.
Ahora me apetece sumergirme en la carcajada más superficial, y quitarle importancia a las grandes catástrofes.
Aunque mañana me arrepienta de mi desbocado desinterés, hoy me dejo embaucar por las nimiedades y las migajas esparcidas en la mesa. Ya me ocuparé de desmenuzar los trozos podridos de pan otro día.
Ignoro a los insidiosos por qués y a su agujereante zumbido.
Observa como observo, como hago de la nada y de la risa mi alfombra mágica con la que volar a otras dimensiones. Un viaje cósmico en una décima de segundo.
Permíteme permitirme este paréntesis, este lapso de quince o veinte minutos, en el que no soy yo+mis circunstancias, si no un simple y mundano yo, que responde a los estímulos pero sin analizarlos ni en forma ni en contenido.
El idioma que se practica en estas nuevas fronteras es silenciosamente onomatopéyico.
¡Ja!
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