martes, 17 de mayo de 2011

Con los cinco sentidos

Electricidad.


Los ojos se comen el cuerpo del otro en la distancia que les proporciona el deseo.
Una mirada descaradamente tímida, un pestañeo que anuncia la cercanía. La inercia que nos aproxima se nutre del contacto de tu iris con el mío, de tu párpado que me recorre, de mis pupilas que te atraviesan. Observamos con calma y con ansia el futuro anclaje de los dedos, el anunciado hospedaje de las cejas. Miro el hueco donde depositaré un beso, el trozo de mapa que arañaré. Disfruto tratando de visionar cómo quedarán tus vestiduras después de que las desgarre, ahora intactas, llenas de colores cálidos y suaves. Tú, me miras con salvaje inocencia, das un paso más, te acercas al precipicio.


Saboreamos las miradas y las convertimos en alimento.
Mi lengua no se conforma con los límites de tu boca, rompe fronteras y viaja al extranjero en busca de lugares inhóspitos, nunca explorados. Recorro los países dulces, los amargos, los picantes, los salados. Aprendemos de memoria el sabor de la urgencia creciente, me desayuno las palabras que se escapan de tus labios, y meriendo la piel que envuelve tus movimientos. Muerdes recovecos que no existían antes de que llegaras, masticas trozos de mis secretos que nunca habían sido pronunciados, lo paladeas todo y haces de ello un agitado postre. Tú, me besas despacio, das un paso más, te aproximas al vacío.

Se escuchan las caricias que rezuman vapor.
Hemos creado una banda sonora de suspiros, cada vez más fuertes, cada vez más evidentes. Retumban en el pecho los tambores, los latidos marcan el ritmo de esta melodía de piel, saliva y sudor. Haces acordes imposibles con mis cuerdas, aprietas el mástil de la guitarra de mis piernas. Te susurro letras que sólo hablan de tí y de mí, hace de este momento, letras de una canción recién inventada, sonidos que chocan en las paredes y se enredan en las tablas de la cama. Tú, me susurras detrás del oído, avanzas otro paso más.

Se huelen los gemidos que desgarran las gargantas.
El aroma del sudor impregnado de ganas. Los cuerpos desprenden anhelo contenido que explota, y se huele a sosegada impaciencia, a estallidos multicolor. Todo se impregna del aroma del futuro recuerdo, la esencia del éxtasis que no quiere ser olvidado. Aspiro hasta que se hinchan mis pulmones, hasta que tu sombra me empapa las venas. Tú, me hueles el pelo, respiración creciente, y caes, caemos al abismo.

Las manos tocan arcoiris de retales de desgarros.
Acariciamos las esquinas y las curvas de la irregularidad de los cuerpos, arañamos los huesos, desgarramos los músculos, se deshacen las pieles que nos disfrazan, y sólo somos dos animales cansados, solos, tú y yo, luchando contra el resto del mundo, dando manotazos a los demonios de las dudas, empujando a los muros del pasado. Rozas mi calma con tu aliento, palpas mi caos y lo domesticas, y mientras, yo, te rodeo con el dedo los lunares, peino con las yemas los poros de tu espalda, te enseño a base de dosis de piel la magia del contacto. Tú, me acaricias el hombro derecho, me aprietas fuerte la mano, me sacas del agujero, me llevas a la llanura de la paz sosegada de estas sábanas blancas.

Miradas perdidas, una vez descansadas, se vuelven a encontrar.
Renace, resurge, reluce y retumba la chispa.

Todo empieza de nuevo.
Sonrisa pícara. Mueca de grata sorpresa.

Electricidad...

No hay comentarios:

Publicar un comentario