Mantén el tipo.
Procura no destapar la furia, la prisa, el huracán.
Sigue aguantando, sigue tragando, continua escupiendo a escondidas para que nadie vea.
Para que nadie pregunte.
Y ya.
Una palabra y ¡pam!
Disparo.
La gota que colma el vaso, el paso que conduce al furor.
El folio o pantalla en blanco es tu saco de boxeo.
Tu catarsis personal.
Hay una parte de tí que quiere salpicar.
Gritar y exigir. Recriminar y golpear.
Fusilar al ejército de gatos negros que te persigue.
Abofetear a todas esas voces que no se paran de lamentar.
Echas sus quejas sinsentido por el retrete.
Quieres envolver su debilidad y su egoísmo en papel de lija y regalárselo.
Quieres darles motivos para los reproches.
Embadurnarlos con la realidad. Y que apeste.
Deseas demacre, deseas untarte en algo repugnante.
Destrozar las murallas, las presas, los diques.
Destrucción constructiva.
Construcción destructiva.
Necesitas dejarte poseer por la envidia y la rabia.
Desquiciar, desbordar la intensidad.
Desafiar y desafinar. Perder la compostura.
Ensuciarte, incordiar. ROMPER.
Quieres destruir algo hermoso y delicado.
Quieres dejar de hacer lo que todos esperan de tí.
Quieres ser egoísta, quieres ser débil e inconsolable.
Una tormenta, desbocada, de verano.
Una fiera en furia.
La reina de la ruina.
Deseas tocar fondo, y ver qué hay más allá.
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