martes, 12 de junio de 2012

Otra vez


Todos tienen la certeza de que cuando vuelvan estaré aquí.
Siempre estoy.
¿Dónde si no?

Un trozo de mí en cada punta del mundo.


Se avecina otro verano lleno de despedidas.
Las cicatrices borradas por el tiempo dejan sitio a otros adioses, hacen hueco, gentilmente ceden espacio.
Tendrás que volver a acostumbrarte a vivir sin, igual que anteriormente aprendiste a vivir con.
Es fácil acostumbrarse a no estar solo.

Vuelves a ver cómo todos a tu alrededor se marchan, y tú, como siempre, estarás ahí, esperando para cuando quieran regresar. Con lo que te gusta esperar...
Te dejan de último recuerdo un abrazo que no llegas a sentir con la intensidad que merece, pues aún no notas el peso real de la añoranza. La sentirás en tu día a día, en la cotidianeidad de las nimias necesidades, de las tardes tiradas en el sofá, en los pequeños gestos a los que no les dabas importancia porque estaban presentes. Porque creías que no se ausentarían.
Es difícil valorarlo de veras cuando no lo has perdido.

O puede que luego descubras que en realidad no te duele tanto, y te repitas que a nadie necesitas, que nadie te hace falta. Tu cuerpo es tan adaptativo que te crees esas mentiras, y encuentras otros hombros, otras risas, otros gestos. Nada lo sustituye, nada los reemplaza. Son sucedáneos que más tarde se convertirán en otros que crees imprescindibles, y así continúan los entresijos, unos vuelven y otros se van, unos para siempre, otros temporalmente. El siempre no existe, y los caminos son complejos, se enredan y se diluyen. Nos volverán a juntar, pero mientras tanto...

No quiero que vuelva el pánico a las habitaciones vacías.




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