Me gusta saber que podría inundarme
en otras bocas que no son la tuya,
y aún así preferir escoger tu saliva para el naufragio,
usando tu lengua como salvavidas.
Me gusta ver como otras pupilas
intentan encender la llama
que sólo la intensidad de tu mirada prende.
Y darme cuenta de que no es que merezca le pena,
porque no hay pena alguna en sacrificar los abrazos a extraños
por el cobijo de esas manos que me sé de memoria.
Las ocasiones perdidas pueden continuar buscando su estrella polar,
que yo me quedo cogida de tu mano que no se asusta del mar
que empapa mis dedos.
Y si ando falta de taquicárdicas incertidumbres y arritmias caóticas
ya me encargaré de inventarnos aventuras duraderas y mágicas.
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