"Y si alguna vez te sintieras amenazada, no tienes más que llamarme, y yo acudiré a tu lado, estés donde estés, para defenderte con mi vida, si es necesario" (Memorias de Ihun, Laura Gallego)
A veces no te das cuenta de lo muchísimo que echas de menos a una persona hasta que vuelve. Hasta que regresa, y aunque sabes que tiene que volver a irse, su presencia produce los mismos efectos. Y nada ha cambiado. Siempre elogiando las maravillas y ventajas del cambio, de la transformación, de la evolución. Pues bien: yo estoy orgullosa de que cada vez que hablamos (sea cada semanas o meses) nuestra voz adquiera el mismo tono que antaño, nuestra complicidad siga hilando las palabras, tu mirada entienda cada uno de mis gestos, y mi abrazo no quiera otra cosa que estar enganchado al tuyo. Reivindico la perennidad de nuestro vínculo, la calidez que se mantiene viva durante años, los lazos que soportan tiempo y distancia sin inmutarse. Defiendo que eso no haya cambiado. Y, por favor, que jamás cambie. Que tus halagos sigan abrumándome, que tus manos sigan siendo calientes y cercanas, que tu sabiduría, tu generosidad y tu altruismo sigan siendo tu bandera. Que sigamos haciéndonos ilusión, recordando lo niños que fuimos, planeando lo adultos que seremos. Y saber que existe un siempre, y es que siempre podré contar contigo. Y que sepas que esa herida que fue tu marcha ya no duele, y no porque te haya olvidado o ya no me importes: sino porque aunque ya no dependamos el uno del otro sigues siendo una de las personas más especiales de mi vida. Porque sé que estás aunque no estés. Porque no te necesito, pero eres indispensable. Donde hubo tanta luz no puede haber oscuridad.
Sé que llevas mucho tiempo esperando leerte entre estas líneas... Espero que sepas localizarte, y espero que la espera haya merecida la pena.
Estas cosas... o salen a borbotones o no salen.
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