viernes, 29 de noviembre de 2013

Lo sentimos: el aforo de despedidas de este cuerpo está completo.


¿Acaso no lo sabías, pequeña? La magia de estos días tenía que tener un fin, sólo así podrás y sabrás apreciarla. Si ves una flor rara todos los días pronto dejará de ser peculiarmente hermosa.
¿Por qué lloras, sentada en el suelo y escondida de todos, niña? Echa el mar de tu mirada y después sécate los ojos. Date cuenta que tras cada adiós se esconde un reencuentro futuro.

Quieres pegarte el baño más largo del mundo, que limpie todo, por dentro y por fuera.
¡Qué gracia me haces cantando, creyendo que tu voz es dulce sólo porque la acústica te favorece! Mírate, después de tantos años, con la voz quebrada. Olvidaste que para entrar en la ducha debías quedarte totalmente desnuda. Absolutamente desprotegida. Empápate de agua caliente hasta que tus dudas y tus dedos se arruguen.

¡Cómo tiritas cuando escapas de tu escondrijo! Claro, si sales al mundo con el pelo todavía mojado te congelarás del frío. Ningún jersey podrá cobijarte. Así que seca, seca bien cada milímetro y vístete, y que el traqueteo de los innumerables quehaceres del día te salven de pensar,
y sentir,
de pensar.




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