En la distancia comprendí
que me hice necesaria
por lo que doy,
no por lo que soy.
Y cuando no estás,
no puedes dar,
aunque sí puedes ser:
pero a nadie le importa.
Ahora le tengo pánico al silencio
porque significa lejanía,
oscuridad,
rutina,
miedo,
dejadez.
Y soledad.
Sueño más que nunca.
Como para compensar
esta vida tan tranquila,
tan ex-caótica,
tan sosegadamente plena.
Y vivo mil vidas distintas
que se desvanecen
al abrir los párpados.
Y viene el pasado a verme,
y se olvida de herirme,
ya hace tiempo que ni eso
me hace tambalear.
Respiro a través
de las palpitaciones de otros,
me ayudo ayudando,
me entretengo con la intensidad
de las vidas ajenas,
soy ahora una espectadora
que se cansó de sus dramas
y escogió la butaca
para sentarse,
ver,
y descansar.
A veces vuelven ráfagas
de las antiguas tempestades,
y pataleo sin motivo,
y me ahogo en un charco,
pero escucho un leve gemido de auxilio
y se me olvida.
En la distancia comprendí
que yo necesitaba más de lo que creía,
y que era menos necesaria de lo que me imaginaba.
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