martes, 22 de febrero de 2011

Resignación

La resignación del destierro, del recuerdo, del silencio.

Con quererse no es suficiente.
La resignación como una ética, como un modo de asimilación de lo inasumible, de aceptar lo dolorosamente inentendible.
Otra vez será.
La resignación como una costumbre, la resignación como un compañero fiel y cenizo.
No es nuestro momento. Me has conocido en una época extraña de mi vida.
La resignación como una larga espera, como una contemplación pasiva de los segundos, estática, expectante.  
De nada sirve llorar.
La resignación como una coraza, como una armadura ante la cual las heridas son sólo superficiales, los disparos se notan pero no hacen mella, no atraviesan. Resignación como protección.
Nadie es imprescindible.
La resignación como una cómplice de la soledad, camuflada en autosuficiencia, pero repleta de un vacío espeso.

Me empapo día a día, no dejo que nada me afecte. La desilusión no llega a materializarse ni en mueca ni en sal, antes de que se solidifique aparece la resignación que lo diluye todo. Se evapora. Mi máscara, mi salvación, me sumerjo bajo su manto oscuro.
Pero con mucho, mucho cuidado, de que ese traje de resignación no de adhiera a mi piel y no pase de disfraz a uniforme.

Resignación como vía de escape, como un modo de supervivencia.

martes, 8 de febrero de 2011

Sobre mí..

Autorretrato

Me gusta rodear lunares. Será porque no tengo, dicen que uno suele envidiar aquello de lo que carece, y a mí me encanta contarlos, observarlos, coger un boli, y con rapidez y firmeza, rodear los lunares de aquel que ose sentarse a mi lado en clase, en la biblioteca, o en cualquier lugar en el que disponga de un arma afilada con tinta de colores.
Me gustan las ranas. Me encanta que me regalen peluches de molde anfíbico, color verde, verde esperanza, ranas y más ranas que nutren un ejército en mi habitación. Tengo un representante de las personas que más me importan en forma de esponjoso ser de charca.
Me gustan los secretos. Adoro coleccionarlos, creo que un secreto es el mejor regalo del mundo, pues cuando compartes un secreto estás cediendo una parte de tí a otra persona, un pedazo que nadie antes había descubierto, y que ahora os une.
También me gusta escuchar música en los viajes en coche, mirar por la ventana, y cantar en voz baja. Me gusta coger florecillas de jazmín y echármelas al bolsillo, y que cuando vuelva a meter la mano en él al cabo del tiempo, se me quede el olor en los dedos, el olor del recuerdo de ese día o momento en que arranqué esa flor. Me gusta que me toquen el pelo, pero no me gusta que me toquen la nariz, ni los pies. No me gusta que me cojan de la mano a no ser que salga de mí.
No me gusta esperar. Por eso siempre llego tarde a los sitios. No me gusta hablar de mí., por eso siempre hago preguntas: prefiero escuchar.
Me gusta estar en casa, en mi cuarto, y escuchar de fondo a mi hermano tocando el piano.Me gusta meter las manos en sus rizos espesos e indomables.
Me gustan los piñones, los abrazos, los sms esperados, las frases de las canciones, los bocados en las pestañas, las lágrimas de risa, las pedorretas en la barriga, y un largo etc.,  las ranas, los lunares y los secretos.
Así soy yo.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Declaración de intenciones

Me he pasado demasiado tiempo buscando canciones que narraran mi historia. Volcándome en melodías que compusieran mi banda sonora, que reflejasen mis días, que fueran los capítulos de mis etapas, las huellas imborrables de mis vaivenes.
Aullidos de socorro camuflados en palabras ajenas, mensajes lanzados al viento para que los descifraras y supieras de mi dolor, o de mi ilusión, mis ganas de luchar, o mis caídas. Mensajes a los que nunca prestaste atención.
Letras que le dieran sentido a lo que me invadía, que reflejaban aquel momento que quería que quedara tatuado en acordes, para no olvidarlo, para acudir a él cuando quisiera, para volver a él cuando volviese a leer esas estrofas o escuchase ese estribillo.
He intentado que otros contaran mi historia.
He estado mucho tiempo agazapada, escondida y aferrada a un puñado de canciones no compuestas por mí.
Ahora no.
Ahora, firmo lo que escribo.
Mireya G. Encinas