domingo, 31 de agosto de 2014

In-dependencia

Son las ganas de gritarle al mundo
que todo lo que hay a mi alrededor es mío,
y me lo he ganado yo:
que no le debo nada a nadie.

Es la necesidad de escapar,
de cambiar estos aires
por otros que huelan distinto,
de aprenderme nuevas calles de memoria,
y desentrañar otros rostros.

Es el riesgo de ver el hueco de mi ausencia,
para comprobar cómo funciona mi mundo cuando no estoy,
para dejar de sentirme requerida
y a la vez
notarme necesaria.

Es la ilusión de dormir cada noche a tu lado,
construir un universo entre cuatro paredes,
dejar de contar los días
porque todos los amaneceres serán nuestros,
y las despedidas, una anécdota.

Son las ansias de echar a volar siendo tú mis alas
las que me impulsan a llenar de trastos y recuerdos esta maleta,
y marcharme.

Y, por otro lado,
es el miedo al fracaso,
a tener que volver sin nada
salvo la vergüenza entre las piernas,
es el pavor a que nada cambie cuando yo me vaya,
y que todo se transforme cuando vuelva,
a que las complicidades se desgasten por el camino,
a perderme los últimos y los primeros instantes,
a no estar ahí cuando hago falta,
a decepcionar y a ser olvidada,
a ser sustituida,
es el terrible pánico a que nadie me eche de menos
el que me frena, y me ata las manos a la espalda.

Y, finalmente,
es la inexplicable certeza que me invade las entrañas,
que no para de repetirme que este es mi momento,
la que me hace echar a andar,
mirando atrás,
pero sin dejar de caminar,
diciendo a todos con los ojos serenos
"me voy, hasta luego, vuelvo pronto".





martes, 26 de agosto de 2014

Aunque esté hecha de dientes de mentira, no hay una sonrisa más verdadera que la de mi abuela. Está en ese punto en el que sólo ríe cuando le sale de la real alma, y no le impone mandatos sociales a sus carcajadas para que salgan atropelladas cuando no les toca.

Cuando estoy a su lado, se me convierte en un objetivo vital el hacerla sonreír, porque cuando ella ríe el mundo me parece un lugar mejor para luchar.

Hacía demasiados días que no sacaba sus dientes postizos a relucir, pero hoy ha iluminado a todas las vecinas de la calle con su boca haciendo música, con sus ojos palpitando como hacía tiempo que no brillaban.

Mañana será otro día,
quizá no haya fuerzas pero sí motivos,
tal vez no haya aliento pero sí compañía en el camino:
si se esconde te ayudaremos a encontrarla,
la peinaremos y la pondremos guapa,
y sacaremos a presumir tu sonrisa
más sonora,
más preciosa,
más sincera.

domingo, 24 de agosto de 2014

Cuando no hay nada nuevo que contar

Porque los días son fotocopias,
y las fotocopias son latas caducadas,
y lo caduco es un recuerdo
que huele a cajón cerrado,
y los cajones son almacenes
casi tan oscuros como la memoria,
caprichosa e irracional,
infiel como el viento,
que besa toda las bocas
y agita todos los cabellos,
pero sólo en tu mente,
porque la fantasía está permitida,
pero vedamos las miradas y el tacto,
censuramos a las manos,
que se convierten en mariposas en celo
enjauladas y traviesas,
porque todo lo que encierras
acaba escapando,
ya sea suave o salvajemente:
hay mares que no se pueden cercar.

Cuando no hay nada nuevo que contar,
terminas inventándote penas,
tejiendo palabras
que no son las tuyas,
hilando conceptos
absurdos e hipotéticos,
divagando para no llegar a ninguna parte,
escribiendo
para no olvidar,
la buena o mala suerte
de no tener nada nuevo que contar.