miércoles, 23 de enero de 2013

Oda al poeta de la capa roja


Paseabas por las calles siempre con tu traje y tu elegancia recién planchadas. La barba perfectamente recortada y tu porte erguido y firme. Tus ojos hundidos (como los de mamá) y tu estilosa delgadez. Yo me quiero quedar con esa imagen, la que tengo guardada entre algodones en un rinconcito de la memoria. Me quiero olvidar de el olor frío y artificial del hospital, de ese cuerpo que no era el tuyo. Por suerte, no hubo ni consciencia ni espejos en los que mirarte así.

Me siento orgullosa del abuelo atípico que eras. Sé que no te gustaban mis ropas desastradas y raídas. No heredé de tí la coquetería, aunque quizá sí la pasión por la escritura. La prima (más que prima, tu sexta hija) me dijo que te contó lo del premio literario cuando dormías, cómo me hubiera gustado poder ver tu reacción, y que te sintieras orgulloso de mí.

Nos habéis dejado los pilares más fuertes donde apoyarnos: la familia más resiliente y unida que pueda llegar a existir. Ellas.

Gracias, porque vuestros errores y vuestros muchos aciertos son los que han creado este entramado de vínculos irrompibles.

Podéis estar satisfechos. Todo ha merecido la pena.

Hace un mes que te fuiste, y hay un trozo de tí en un puñado de corazones.
Hoy laten todos al unísono, sentando las bases de un ritmo a partir del cual puedas escribir un nuevo poema.


jueves, 10 de enero de 2013

Everybody hurts

Incluso tú.

Hasta tú, la mujer más fuerte, altruista y autosuficiente que conozco.
Tú que a nadie recurres y a todos socorres.
Tú que nunca pides auxilio, y lo dejas todo cuando alguien te necesita.
Tú que eres mi superheroína, la persona a la que aspiro parecerme y hacer sentir orgullosa.
Tú que eres a quien más admiro en el mundo.
Tú, que nunca piensas en tí. Que de cada tropezón sacas un aprendizaje, que puedes encontrar lo positivo aunque esté muy muy escondido en marañas de oscuridad.
Tú que no le cuentas a nadie los problemas que habitan en tu cabeza para no preocuparnos, para no salpicarnos y protegernos.
Tú que haces del desvivirse por los demás algo natural, un arte innato que genera bienestar a tu alrededor.
Tú que eres la pieza clave y fundamental en tantas vidas entrelazadas, tú que (casi) nunca te equivocas.
Tú que no dices lo que quiero oír, sino lo que necesito escuchar. Aunque duela, utilizas las palabras que me hacen más fuerte, no las que me aíslan de las complicaciones de la realidad.
Tu, que como dice tu Jack Nicolson en Mejor Imposible: haces que quiera ser mejor persona.

Siempre me repites que nadie es imprescindible.
En esto he de quitarte la razón. Tú lo eres.

Para mí y para todos los que somos afortunados destinatarios de tus cuidados y tus consejos.

Me aguanté las lágrimas cuando me contaste lo que sucedía, porque no quería que te sintieras culpable, porque quería ser fuerte para tí como tú siempre lo has sido para mí. No volveré a ser la última en enterarme, no volveré a estar ciega.

Ahora quiero recordarte la frase que tú me regalaste cuando me hizo falta.
También esto pasará..


Pero incluso tú a veces tienes que reventar.
En ocasiones hay que dejarse desbordar, y que los ojos se conviertan en tsunamís a través de los cuales el dolor salga como un salvaje torrente que preceda a la calma del vacío, del alivio de no guardar nada tintado de rabia y de pena adentro.


Incluso tú.
Hasta tú,  incluso tú tienes que llorar.



Y siempre habrá hombros en los que apoyarse.
Aquí tienes el mío.

Everybody cries and everybody hurts... sometimes. 
So hold on, you are not alone.