sábado, 24 de diciembre de 2011

Nadie


>>Para descubrir la verdad, se necesitan dos personas; una, para decirla, y otra, para escucharla.

Puedes juzgar a los demás sólo según el conocimiento que tengas de ti mismo.
Dime, ahora: ¿quién de nosotros es culpable, y quién, inocente?
El verdadero justo es aquel que se siente culpable, a medias, de tus faltas.

Cuando me dices: "No te comprendo", es un elogio que va más allá de mi valer y un insulto que no mereces.


Khalil Gibran (Fragmentos de "Arena y Espuma")



No permitas que nadie empape sus palabras de desprecio y las lance contra tí.
Que nadie te diga lo que eres.
Que nadie no te permita mirarte al espejo, con orgullo.
Que nadie haga de la culpabilidad tu traje, ni de un error tu condena.

Que nada ni nadie te impidan salir ahí, y pisar fuerte, saltar y bailar.
Y que sepan que esta boca es tuya.


También esto pasará..

domingo, 18 de diciembre de 2011

Por fin (!)

..Todos los que has besado,
todos los que te han herido
(y a los que has herido)
están dejándote marchar..

Qué ligera me siento, con un pequeño salto podría rozar las faldas de la luna. Peinar las nubes y acariciar la capa de ozono.
Qué lastre tan pesado me he quitado de encima. Ha dejado de dolerme la espalda y los omóplatos.
Saqué a la luz al fantasma y se evaporó: no existía más que en mi acusadora mente.
Me desnudé y me arroparon palabras ajenas y objetivas, cálidas.
Por fin (!)
Me he perdonado.

Pero algo no le permite que enferme de remordimiento,
y pronto vuelve al amor y a las risas,
para llenar su copa vacía de primaveras,
y encontrar el placer que tanto anhela..

domingo, 11 de diciembre de 2011

Diciembre

Tienes tanto por hacer:
limpiar la casa de sombras tristes
que no te dejan avanzar...



Yo no quiero hablar de tí, no quiero hablar de tí. Ni escribirle esto a un fantasma, que se me aparece en sueños cada semana y me hace despertar con el alma removida.
No quiero escribirte esto.

Ni nosotros somos tan villanos, ni tú tan víctima. Pero ni tú eres tan malvado, ni nosotros estamos tan exentos del culpa.

No sé si te me sigues apareciendo y doliendo por culpabilidad, por pena y misericordia, o por las estelas de risas e ilusión que se convirtieron en odio y rencor. Me acuerdo de cosas, como si fuera un sueño, como en mis sueños, y lo confundo y lo mezclo todo.
Recuerdo que fuiste la primera persona en escribirme un mensaje cada día, que ibas colocando seda a mi paso para que nada me arañara y que tú mismo acabaste rasgándolo todo.
El mayor acierto y el error más grande.
Me has traído tanta destrucción y creación. Tu muerte, mi vida. Y no puedo odiarte.
No quiero que me ames, pero no quiero que me odies.

No me gusta el papel protagonista que tienes en mis pesadillas. Ni las ocasiones en que cuando bajo mis párpados nos hablas con naturalidad y perdón, y cuando los abro tu sombra se ríe de mí: qué ilusa.
Eres la única espina que me queda en la conciencia, incrustada, llena de veneno.


Todos los que has besado,
todos los que has herido,
no te dejarán marchar...

sábado, 19 de noviembre de 2011

Sol de invierno

Por el día ando siempre despistado,
por la noche en sus brazos se me olvida,
por el día hoy me siento acorralado
por la noche en sus brazos se me olvida,
por el día perdona haberte asustado,
por la noche todas todas de movida.


Y... por el día,
voy encorvada,
mirando al suelo,
pisando fuerte con mis botas nuevas,
pero cargando con las capas y capas de disfraces y armaduras
que me abrigan y me hermetizan.
Y por la noche,
si es contigo,
desnuda duermo,
para que me veas por dentro,
desprotegida y vulnerable,
enredada en tu abrazo,
desnuda
y más fuerte que nunca,
más yo,
más tuya.

lunes, 14 de noviembre de 2011

Fuera

Fuera de mi casa.
Sin banda sonora, ni despedida, ni frase épica al final.
Que te largues.
No quieras estropear con tu aliento caducado el hogar que hemos creado bajo este techo que nos cobija y nos refugia.
Déjanos, déjanos en paz en nuestra isla.
Esta es una primera persona del plural firme e inquebrantable, con un futuro perfecto y un pretérito olvidado en el andén, a propósito.
Coge tu tren hacia la autodestrucción y márchate.
Déjanos, fuertes y libres.

sábado, 5 de noviembre de 2011

Anatomía de las contradicciones

Puedo romper a llorar por la nimiedad más vana, y mantener una sequía en las pestañas ante las mayores catástrofes. En lo grave es cuando más fuerte hay que ser, huyo con paso ligero de los circos y las atenciones, me agobian las preguntas y el análisis ajeno de las penas. Mi escombros y despojos son míos, yo me los guiso y yo me los como.
Puedo desbordarme en un autobús abarrotado de gente desconocida, y mantener la sonrisa que esconda los arañazos más profundos ante aquellos que me conocen. Y solo notarán un tono ligeramente malhumorado, pero nunca la voz quebrada ni el nudo en la garganta.
Una muchacha me ofreció un pañuelo en el autobús, y lo acepté con una sonrisa en la cara. Pero no cojo la mano que me tienden hasta que no me es insistida veinte veces.
Cuando una canción me dolía la escuchaba mil ocasiones hasta quedar insensibilizada a ella. Y cuando tenía que ahogarme, me encerraba en la bañera con pestillo y cerrojo. Cambié de promesas y de piel en cada nuevo naufragio... Tabla de mi propia salvación.
De repente me estorba y me sobra todo el mundo, y al segundo me abrazo las rodillas y maldigo la soledad. Odio la lluvia porque me vuelve grises y mojados los pensamientos, y al mismo tiempo adoro bailar debajo del chaparrón, desarmada, sin paraguas y sin disfraz, bajo las nubes que lloran.
Mis ojos pueden ser los más azules y llenos de vida, y también los más rojos y borrachos de mar.

miércoles, 5 de octubre de 2011

Insight

Tu abrazo y el mío no encajaban,
por eso dormíamos en la misma cama pero espalda contra espalda.
Tú, mirando a la pared, enjaulado entre ella y mi cuerpo,
yo, al borde del precipicio del colchón,
rozando tu piel pero sin llegar a adherirme.
Y tú escapabas de esa isla, excusado por dolor de columna y vértebras,
y yo maldecía tus huesos incapaces de soportar una noche conmigo,
tus articulaciones a las que no le merecía la pena
el calor del lecho compartido.

Yo odio esperar y tú siempre llegabas tarde.
Los mintutos pasaban y yo enfurecía a cada segundo,
un poco más,
reencuentros lleno de reproches y excusas
en vez de abrazos cálidos.

Tú tenías tortículis de mirar hacia atrás
y yo quería solo prestarle atención al futuro,
compensar los errores y demostrar.
Tú no conseguías olvidar, ni comprender, ni perdonar.
Y yo, en consecuencia, tampoco pude.

Te escribí un cuento que hablaba de nostros
y un poema de tus ojos de agua.
Tú, me regalaste una canción,
que no era tuya,
y que no hablaba ni de tí ni de mí.

No te gustaba que te tocaran el pelo,
y yo adoraba sumergir mis manos
en las profundidades de tus rizos espesos.

Porque no se trata de la boca frondosa y la sonrisa imaginada,
ni la curva de los hombros más perfecta.
No se hace a un alma completa inundándola con unos ojos de agua,
que sólo calman la sed a corto plazo, y después, se evaporan.

Tus labios encajaban en los míos,
y tu saliva endulzaba mis quejidos,
pero tu abrazo no se almodaba a mi abrazo.

domingo, 18 de septiembre de 2011

Contra viento y marea

Ponte el moño apretao, sirena, que se joda el viento,
rompe las horquillas de espuma
y déjame que te remache sonrisas de hierro
de esas que disipan las brumas,
que sé que entre los males nos lloverán cristales,
yo iré descalzo y tú desnuda
al son del amor del ronco tambor que toque la luna,

vamos a trepar a la copa de éste sol de enero,
y a hacer un nido en su ramaje,
y allí reírnos viendo como a cada minutero
se lo devora el oleaje,
y cuando entre mis brazos resuenen cañonazos
yo iré perdido entre tus dunas
dejándolo todo, quemando los tronos donde reinen dudas,

y báñate en mis ojos, que se joda el mar
que quiera mecerte a su antojo,
si no somos nadie a nadie va a encontrar,
y si a las heridas quiere echarles sal
solo va a encontrarse cerrojos
y las cicatrices de la soledad,

coge resina para untarnos poco a poco el cuerpo,
por si vuelve la ventolera,
y mientras tanto, entre los huecos que nos deje el tiempo
deja volar tu cabellera,
que si a nuestra locura vuelven nubes oscuras
nos cogerán frente con frente y codo con codo,
cada vez más solos, rodeados
de gente.

y báñate en mis ojos, que se joda el mar
que quiera mecerte a su antojo,
si no somos nadie a nadie va a encontrar,
y si a las heridas quiere echarles sal
solo va a encontrarse cerrojos
y las cicatrices de la soledad.

Que se joda el viento, Marea

lunes, 12 de septiembre de 2011

Un otoño el demonio no se presentó

Será que todas las canciones hablan de Abril, y estaba escrito en una estrofa de ellas. De tanto mirar la frase escrita en el reverso de mi anillo, pasó de deseo a verdad.
Esto dura demasiado tiempo, no estoy acostumbrada a unos ojos tan secos. Mi rincón me echa de menos, me pregunta por mis antiguos pataleos y sollozos. Y esa bañera, que se inundó un día sin necesidad de abrir el grifo. Y un "lo siento" escrito con pintalabios rojo en un poss-it por unas manos enajenadas y culpables. Quizá lo más complicado es entedenrse a uno mismo, y después, perdonarse.

El verano acaba pero se avecina el invierno más cálido en años. Ahora no hay cambios estacionales, bruscos e intrépidos, la calma es estable y parece perenne. La tranquilidad, tan impropia de mí, tan serena, tan desconocida... tan anhelada. Pero nunca lo que me rodea puede ser ordenado, esta es una tranquilidad personalizada. Un huracán domesticado en inesperada brisa. Pero real.

Anoche las pestañas se me empaparon, y no era ni de dolor, ni de pena, ni de rabia. Fue la tormenta de mis ojos, la tormenta que trae la calma.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Adiós

"No te dejes abatir por las despedidas.
Son indispensables como preparación para el reencuentro.
Y es seguro que los amigos se reencontrarán
después de algunos momentos o de todo un ciclo vital."
Richard Bach

Mi madre me escribió esto en una tarjeta enorme, cuando tenía 9 años e iba a cambiar de colegio. Entonces no comprendí el verdadero significado.

Ahora, tengo agujetas de tanta despedida.
En la parada del bus, en un abrazo contenido, en un andén, en un coche clavándote el cinturón de seguridad, en un llanto descontrolado con hipo y sorbos de nariz, en un mensaje al móvil, en susurros silenciosos o en promesas para olvidar, en la esquina de una calle lluviosa, en una canción (photofinish), en la puerta de tu casa... Hasta pronto, no te vayas, déjame ir contigo, te quiero, te echaré de menos, no te olvidaré, llámame, de haberlo sabido... Adiós.
Despedidas de todos los colores y sabores.

Pero después de casi todas las despedidas siempre hay un reencuentro. Casual o buscado, esperado o imprevisto, llega y trae consigo una explosión de confusa alegría. Un abrazo largo y fuerte, unos ojos chispeantes y vivaces.
Porque el tiempo y la distancia son dos palabras que duelen cuando las piensas pero alivian cuando las sientes. Enemigos y aliados.

A veces es necesario que los días recoloquen las palabras y sentimientos lanzados antaño, y ocupen un nuevo lugar.
Decir adiós te hace crecer a golpes, decir hola de nuevo te hace madurar con calma.

No te dejes abatir... El reencuentro llegará.

sábado, 27 de agosto de 2011

El que tiene boca..

Black.
Me equivoqué contigo. Pensé que encarnabas la pureza de algo en lo que aún no quería dejar de creer. Pero no. No estabas orgulloso, quererme no te hizo ser mejor persona, si no lo contrario. Y ahora dices que quieres olvidar el yo que eras cuando me amabas. No te era suficiente, sólo me dejaste permanecer a tu lado por esa esperanza, no porque te mereciera la pena.
Guardo un corazón de corcho en una leja de mi cuarto, y una rana cuyo verde ya esta desgastado de aferrarme a ella, de utilizarla como almohada. Tanto tiempo aguantando las palabras humedecidas por alcohol y lágrimas, la incomodez de lo no correspondido, defendiéndote ante quien osara inmiscuirse, con mi amistad y mi confianza en tí como escudo, tanto... Para que en el momento en el que al fin los dos conseguimos ser felices no lo podamos compartir. Y no quieras que yo sea partícipe de ello.
Pensé que tu amor era el más altruista de cuantos me habían salpicado.
All the pictures have all been washed in black, tattooed everything...

Naufragio.
Me equivoqué, también, contigo. Me impregnaste en las palabras y la atención que necesitaba cuando a la deriva estaba, y me agarré a ello como tabla de salvación. Yo sabía que no tardaría en hundirme de nuevo. Te lo advertí: no quisiste escucharme. Te hablaba con la sabiduría de quien ha fracasado, y no quisiste oir lo que tu corazón no deseaba sufrir. También te enfermó la esperanza de la espera.
Debí haberme dado cuenta antes de que las piezas nunca encajarían. Llegué tarde, y tu alma ya estaba echa añicos. Aún así, pensé que lo importante seguían siendo las personas y los vínculos. Pero no. De mí sólo te era útil un formato, y los demás...merecían ser borrados. Y ahora tu piel ha mudado en rencor, y ni siquiera valoras lo más grande que has tenido, y no soy yo.
Restos de un naufragio que trajeron las olas..


Lo peor de todo esto es que aún me importa. Que no lo he olvidado.
Palabras...todas llevadas por el viento.

martes, 2 de agosto de 2011

En la punta de la lengua

El estado de nuestra conciencia es peculiar. Hay un hueco allí, algo más que un hueco. Es un hueco intensamente activo. Algo como el espectro del nombre está ahí, invitándonos con señas en una determinada dirección, haciéndonos percibir en algunos momentos el hormigueo de una sensación de cercanía y luego dejándonos de nuevo hundidos sin el esperado término. Si se nos sugieren nombres incorrectos, este hueco singular actúa inmediatamente negándolos. No encajan en su molde. Y el hueco de una palabra no se siente como el hueco de otra... El ritmo de una palabra perdida puede estar ahí sin un sonido que la arrope.
William James, 1950.

Puede que no fuera más que un trozo buscando otro trozo. No una mitad, sino un hueco. Esperando la palabra, el nombre oportuno, aquel que encaja sin necesidad de lubricante, ni de fricción, sin someterlo a fuerza. Se desliza, suave... Sin necesidad de cambiar. Sin tener que ser otro, sin disfrazarse, ni mutar ni jugar a ser distinto.
Sólo una pieza encajaba en ese hueco. Quise forzar, quise que encajaran otras palabras a puñetazos, a patadas, con saliva, con lágrimas. Pero no hay sonidos de plastilina. No son moldeables, no les puedes dar la forma que se adapte a los recovecos de tu piel.
No quería cambiar, no quería que nadie cambiase por mí. Buscaba el ritmo de mi palabra perdida, que se encontrase con el sonido que la esperaba, con los brazos abiertos, con las esquinas y las curvas que eran perfectas por el simple hecho de que no tenían que modificarse.
Y así, las palabras encuentran su sonido, el sonido encuentra la voz o los dedos, y al pronunciarlas, todo es fácil... No requiere esfuerzo, es un engranaje hecho para funcionar. Intenso y activo, ese hueco sabe de qué será llenado, anticipa la cercanía, hormigueo y cosquilleo, los movimientos inconscientes y sin pensar te van marcando el camino, te hacen evidente una verdad que está oculta, intensa y activa.
Ni media naranja, ni gajos. Sólo un hueco, esperando. Cambiarlo todo envuelto en la sencillez de las palabras.

Pienso mucho en tí..

sábado, 23 de julio de 2011

Surgen inventarios de las quejas que echaste al aire, sin motivo. Te sientes estúpida por esas veces en que te sentiste desgraciada por nimiedades.
La muerte hace que te des cuenta de qué es lo importante. Le da sentido a las lágrimas: ahora los mares en las pestañas tienen justificación.

Las palabras, solo entonces, se vuelven inútiles. Ninguna logra provocar alivio, es saliva malgastada, buenas intenciones que no sirven para nada. La muerte te hace amar el silencio, la presencia sin sonidos, un apretón en la mano, un guiño de ojos lleno de complicidad.

Los discursos de ese Dios en el que no crees son como arañazos en la herida. Impotencia y rabia. No necesito aferrarme a esa fé. No hay un lugar mejor que éste, no hay mayor paraiso que respirar la luz de la mañana, reir a carcajada, gritar. Estar vivo. La muerte hace que me resulten insoportables los ritos y las tradiciones.

Las miradas y los gestos de los que siempren han estado ahí son tu escudo, la tabla de salvación. Te duele más el dolor del que está a tu lado que el tuyo propio. La muerte hace que valore aún más la familia. El único amor que nunca se acaba.

Imaginas multitud de posibles tragedias. Todo tintado de negro, brazos húmedos y puñetazos al aire. Y una constante macabra pregunta en tu mente: ¿quién será el próximo? La muerte hace que seas consciente de la cercanía muerte.

Tantas cosas que me quedan por hacer. Apreciar la intensidad de mis emociones. Me tatuo un lema en las manos: También esto pasará. Se pasa, se va, todo. Llençat.
Y a ver los tropiezos como experiencias, los fallos como aprendizajes, la mínima sonrisa como un regalo. Prestarle más atención a los pequeños instantes.
Agarrar cualquier excusa para echar de nuevo a volar.

La muerte te hace valorar la vida.

jueves, 2 de junio de 2011

22

El 12 es un 21 invertido.

A veces le doy exagerada importancia a las casualidades, a los números, a las cifras y a los detalles minúsculos que parecen cargados de significado. Una fecha o una palabra pueden llenarse de significado si uno se lo otorga. En sí, solos, no son nada, sólo una forma o un símbolo.

Hace 12 meses, le dí mucha importancia al número 21. Pensaba que iba a ser nuestro año, porque el 21 era nuestro cifra, esa a la que le concedí relevancia tiempo atrás, porque algo especial sucedió en ella, y tendemos a pensar que los acontecimientos se repiten eternamente, y que lo que una vez tuvo un significado, debe seguir teniéndolo, solo por el hecho de estar grabado en nuestra memoria, almacenado en los recovecos de nuestro recuerdo. Un simple número de dos cifras, ése, ése es singular y no otro.

Llegaron los 21, y sí, fue nuestro año, pero en un sentido completamente distinto a como hubieran querido nuestras aún esperanzadas pieles, cansadas de tanto arañarse la una a la otra, hartas de llantos, peleas y arrebatadas reconciliaciones llenas de ternura y pasión, pero también de rencor e incomprensión. Ha sido el año en que hemos conseguido desprendernos y desengancharnos el uno del otro.
Solemos recordar con especial fuerza cuando comienza algo importante, y descuidamos el detalle que acompaña al fin, como si quisiéramos olvidarlo, como si fuera menos importante el final que el principio. Pero es el final el que conduce al inicio, al comienzo de algo nuevo y no por ello menos destacable.

Los 21 empezaron con un fuerte insight, un poderoso y resignado “no puede ser”, tal día como hoy, solo que 12 meses atrás. La distancia de un año puede cambiarlo completamente todo.

Después de aquello, fui más muchacha salvaje que nunca, contigo pero también sin tí, y tus ojos siguieron siendo unos ojos de agua donde perderme y acurrucarme, donde encontrarnos cuando la añoranza podía con la determinación. Recaídas y más recaídas, y luego la decepción y la distancia, y más tarde el perdón, y el reencuentro, pero no untado en sudor, corazón y saliva como los de antes, si no empapado en cambios que nos hacían dar un paso más adelante, y otro más, y otro, en direcciones opuestas.

Y sé que al final podremos olvidar y ser libres, y también sé que nunca te olvidaré. Podré seguir con esa contradicción, podré seguir mientras sepa que aún tus ojos son de agua, y que aún me quieren mirar de vez en cuando. He aprendido a ser yo, sin ti, conmigo, y ya no seré más muchacha salvaje, pero sí reina, reina de ese espacio lleno de recuerdos que creamos hace ya muchas noches, reina de esas ruinas que quedan, pedazos y trozos que han desembocado en esto, en estos dos doses que se acercan, que anuncia el irrevocable fin del 21. Continuaré viajando a ese lugar de vez en cuando con una sonrisa en las pestañas, y una sana melancolía en la boca; seguiré luchando porque no seamos dos extraños, aunque ya no haya un nosotros, seguirá existiendo un tú y yo, un yo, sin tí, conmigo.

Y llego a estos 22 sola, cuando sola quiere decir sin que estés a mi lado, llego con la fuerza que he logrado tras trescientos tropezones y cientos de cicatrices que curaste y después abriste, y curaste, y abriste, curaste, y abriste... Salgo de círculo y de la espiral.

Ahora voy en línea recta.

viernes, 27 de mayo de 2011

Mañana

Mañana puede ser un gran día.

Quizá los semáforos se pongan en verde a tu paso, y no tengas que esperar el ascensor cuando llegues rendido a casa.
Puede que el modo aleatorio ponga justo la canción que necesitabas oir en ese momento, o que encuentres en los pantalones de verano ese preciado collar que creías perdido en invierno.
Tal vez tu madre te ha preparado tu comida favorita cuando vuelves hambriento a casa, o tal vez te pongas a estudiar esa asignatura tan complicada y descubras que la entiendes mucho mejor de lo que imaginabas.
Es posible que justo cuando te sientes en el sofá echen en la tele esa película que tantas ganas tenías de ver, o que tengas un sueño esta noche que te haga despertar con la sonrisa llena de color.

Hoy, no ha sido un buen día.
La cama me llama a gritos, las ranas me recomiendan que me acueste, que deje que llegue a su fin.
La almohada dice mi nombre pero no le contaré ni de la lluvia, ni del agobio, ni de la impotencia, ni de la rabia.
Le haré caso al color verde, verde esperanza.

Mañana, sí... Mañana puede ser un buen día.

martes, 17 de mayo de 2011

Con los cinco sentidos

Electricidad.


Los ojos se comen el cuerpo del otro en la distancia que les proporciona el deseo.
Una mirada descaradamente tímida, un pestañeo que anuncia la cercanía. La inercia que nos aproxima se nutre del contacto de tu iris con el mío, de tu párpado que me recorre, de mis pupilas que te atraviesan. Observamos con calma y con ansia el futuro anclaje de los dedos, el anunciado hospedaje de las cejas. Miro el hueco donde depositaré un beso, el trozo de mapa que arañaré. Disfruto tratando de visionar cómo quedarán tus vestiduras después de que las desgarre, ahora intactas, llenas de colores cálidos y suaves. Tú, me miras con salvaje inocencia, das un paso más, te acercas al precipicio.


Saboreamos las miradas y las convertimos en alimento.
Mi lengua no se conforma con los límites de tu boca, rompe fronteras y viaja al extranjero en busca de lugares inhóspitos, nunca explorados. Recorro los países dulces, los amargos, los picantes, los salados. Aprendemos de memoria el sabor de la urgencia creciente, me desayuno las palabras que se escapan de tus labios, y meriendo la piel que envuelve tus movimientos. Muerdes recovecos que no existían antes de que llegaras, masticas trozos de mis secretos que nunca habían sido pronunciados, lo paladeas todo y haces de ello un agitado postre. Tú, me besas despacio, das un paso más, te aproximas al vacío.

Se escuchan las caricias que rezuman vapor.
Hemos creado una banda sonora de suspiros, cada vez más fuertes, cada vez más evidentes. Retumban en el pecho los tambores, los latidos marcan el ritmo de esta melodía de piel, saliva y sudor. Haces acordes imposibles con mis cuerdas, aprietas el mástil de la guitarra de mis piernas. Te susurro letras que sólo hablan de tí y de mí, hace de este momento, letras de una canción recién inventada, sonidos que chocan en las paredes y se enredan en las tablas de la cama. Tú, me susurras detrás del oído, avanzas otro paso más.

Se huelen los gemidos que desgarran las gargantas.
El aroma del sudor impregnado de ganas. Los cuerpos desprenden anhelo contenido que explota, y se huele a sosegada impaciencia, a estallidos multicolor. Todo se impregna del aroma del futuro recuerdo, la esencia del éxtasis que no quiere ser olvidado. Aspiro hasta que se hinchan mis pulmones, hasta que tu sombra me empapa las venas. Tú, me hueles el pelo, respiración creciente, y caes, caemos al abismo.

Las manos tocan arcoiris de retales de desgarros.
Acariciamos las esquinas y las curvas de la irregularidad de los cuerpos, arañamos los huesos, desgarramos los músculos, se deshacen las pieles que nos disfrazan, y sólo somos dos animales cansados, solos, tú y yo, luchando contra el resto del mundo, dando manotazos a los demonios de las dudas, empujando a los muros del pasado. Rozas mi calma con tu aliento, palpas mi caos y lo domesticas, y mientras, yo, te rodeo con el dedo los lunares, peino con las yemas los poros de tu espalda, te enseño a base de dosis de piel la magia del contacto. Tú, me acaricias el hombro derecho, me aprietas fuerte la mano, me sacas del agujero, me llevas a la llanura de la paz sosegada de estas sábanas blancas.

Miradas perdidas, una vez descansadas, se vuelven a encontrar.
Renace, resurge, reluce y retumba la chispa.

Todo empieza de nuevo.
Sonrisa pícara. Mueca de grata sorpresa.

Electricidad...

lunes, 2 de mayo de 2011

Coge una frol..

Me quiere, no me quiere, me quiere, no me quiere...

Arranca todas las flores del mundo. No importa cuántas. No servirá de nada. No serás feliz si tu bienestar depende de los demás. Quizá resulte duro refutar lo que te han intentado inclucar toda tu vida, sobre todo si eres mujer. Pero sí, hay mundo más allá, hay algo más importante que ser amado.

Olvida las canciones, echa a la basura los consejos, lo racional, lo que hay que hacer. Sé fuerte, pero llora si tienes que llorar, patalea si te da gana, si con ello logras aprender algo, nunca para regodearte. Revolcarse en la mierda sólo sirve para enfangarte más.

Permítete estar triste, o cabreado, pero también alegre, desenfrenado. Siente las cosas como te vengan, pero luego no te sientas culpable por ello. No te eches la bronca por ser humano, porque te duelan las heridas, las balas directas al corazón.

Escucha. Todo, todo, todo depende de uno mismo. De cómo lo afrontes, de cómo lo veas. Del cristal de tus lentes, del color de tus ojos. Replantea tu perspectiva, cambia de gafas, córtate el pelo, si ves que no va bien. No le tengas miedo al cambio,sobre todo si ya no puede ir peor. Todo parece pasar por algo.

Tiempo, tiempo. Siempre el tiempo. Él lo arregla todo, pone las cosas en su sitio. No lo maldigas si no transcurre con la rapidez que desearías.

Maldice al mundo y a la suerte si te hace sentir mejor. Pronto te darás cuenta de que es inútil: nadie es víctima de sus circunstancias.


Si algo he aprendido de las lágrimas a solas y en silencio es todo ésto. Hablo con la sabiduría que me da el fracaso. Y que nadie es imprescindible. Esto desearía no haber tenido que aprenderlo.

Coge una flor. Reformula la pregunta. Date cuenta de lo que importa de veras. Quizá entonces la respuesta logre satisfacerte, quizá entonces te sea útil.

Me quiero, no me quiero, me quiero, no me quiero...

viernes, 18 de marzo de 2011

Defensa de la alegría

Lágrimas.
Gotas saladas que ruedan por mis mejillas y me empapan los ojos.
Lágrimas de risa. Agujetas en la barriga de tanto reir.
Espontaneidad, miniexplosiones de felicidad, carcajadas, una constante sonrisa grapada en la cara. Los ojos brillantes, radiantes, llenos de luz, repletos de una ajetreada tranquilidad. Libertada para gritar sin remordimiento: aquí estoy, así soy yo, esta boca es mía.

Había olvidado ya lo que era esto. La tregua de una guerra que parecía no tener fin, un trébol de cuatro hojas después de tanto gato negro. Un trébol verde, verde rana, verde esperanza.

Ya no necesito todas esas frases que me dieron fuerzas. También esto pasará. Todo llega. El tiempo pone las cosas en su sitio. Ya sólo puede ir mejor. Al verano más terrible le sigue un invierno invencible. También, también esto pasará.

Cerrado puertas, abriendo otras.
Sé lo que debo conservar, sé lo que he de dejar atrás.

Echa a la maleta los errores, que son los que me han hecho aprender, que son los que configuran lo que soy, los que tejieron la piel que visto hoy. Los que me han hecho distinta, más fuerte, diferente, pero conservando mi esencia. Que no se olviden los buenos recuerdos, vacíos de nostalgia y de rencor, sólo recuerdos, sólo experiencias bañadas en el eco de los que se fueron, los que dejaron su marca, pero ya no están. No necesito quemar esos recuerdos, no me hace falta olvidarlos, me los llevo, tienen un hueco en mi memoria, pero no me determinan, ya no me controlan. Me llevo conmigo a los que han estado ahí, los que siguen a mi lado, los que han hecho que la palabra “siempre” tenga sentido, los que lograron que la soledad y la tristeza fueran soportables, los que me dieron y me dan motivos para no abandonarme al abandono. Ellos saben quiénes son. No falta en mi equipaje el amor propio, porque hay cosas que definitivamente no merezco, porque he de hacerme valer y respetar. Me llevo el viento, la brisa, la colección de besos y caricias extrañas, sucedáneos del amor, fue divertido, fue diferente.
Me dejo el rencor, la rabia, la nostalgia, la venganza, el odio, la inercia, el descontrol, la obsesión, la única droga que consiguió engancharme, su síndrome de abstinencia. Ya no te necesito. No meto la resignación, la pasividad, ese escudo que me hizo sentir segura, pero vacía. Me olvido de la culpabilidad, la inseguridad, el odio hacia mí misma, los autoreproches, las dudas, la flaqueza, el patetismo, el caos. La montaña rusa, el tornado y el huracán. Las canciones que hablaban de cosas que ya no tienen sentido, las palabras que ya no significan nada, los sentimientos nobles que se volvieron dañinos. El rencor. El amor transformado en odio. No hay sitios para vosotros en mi equipaje.

Cerrando puertas, abriendo otras.
Sólo cuando lo has perdido todo eres libre para actuar.
Sólo entonces he podido dejarlo todo atrás, empezar de cero. Pasar página, escribir una nueva historia.
Hoy es el primer día del resto de mi vida.
Ser valiente para intentar ser feliz. Tener la osadía de aceptarme, de dejar que me quieran.

Lágrimas, lágrimas de risa y felicidad. Acostumbraos a mi cara.


Defender la alegría como una trinchera
defenderla del escándalo y la rutina
de la miseria y los miserables
de las ausencias transitorias
y las definitivas.
Defender la alegría como un principio
defenderla del pasmo y las pesadillas
de los neutrales y de los neutrones
de las dulces infamias
y los graves diagnósticos.
Defender la alegría como una bandera
defenderla del rayo y la melancolía
de los ingenuos y de los canallas
de la retórica y los paros cardiacos
de las endemias y las academias
defender la alegría como un destino
defenderla del fuego y de los bomberos
de los suicidas y los homicidas
de las vacaciones y del agobio
de la obligación de estar alegres
Defender la alegría como una certeza
defenderla del óxido y la roña
de la famosa pátina del tiempo
del relente y del oportunismo
de los proxenetas de la risa
Defender la alegría como un derecho
defenderla de dios y del invierno
de las mayúsculas y de la muerte
de los apellidos y las lástimas,
del azar
y también de la alegría.

(Mario Benedetti)

sábado, 12 de marzo de 2011

Valiente

Quisiera que se alargara el simulacro de felicidad que siento cuando estoy contigo. Que la resaca de la alegría fuera más duradera. No es que sea insuficiente, es que siempre exigimos más de aquello que nos llena.
Me contento con esos breves momentos en que viajamos a esa isla, esa realidad alternativa, ese paraíso en el que sólo tú y yo habitamos. Tú y yo. El reino de la locura, la bonita locura. La que no hace daño, la que brinda oportunidades, la que es intensa, desbocada, dulce... inmejorable. Y el mundo se para, y a la vez, gira más deprisa. El tiempo está en nuestra contra. La suerte, también. Un instante es lo máximo que se puede esperar de la perfección. Inventamos mareas y besos, y tripulamos barcos, y la resignación se ahoga, y no seré yo quien le tienda la mano, no esta vez. Acordes, canciones que cambian de significado, y ya no importa la persona, si no el sentimiento. El momento. La importancia del momento.
Que pronto llama a la puerta la realidad, la de veras, la de carne y hueso, con sus leyes, y sus reglas, y sus prohibiciones, y sus decretos.
Y me sentaré una vez más en el trono de los acusados, rodeada de jueces invisibles, ojos atentos, dispuestos a desterrarme, a condenarme. La mayoría de ellos llevan mi rostro.
Pero.. Por esta vez sólo quiero pensar en mí.
No sé si soy lo suficientemente valiente como para ser egoísta. Agarrar la culpabilidad inmerecida, y no dejar que me afecte, no dejar que me hunda más, no dejar que me cierre más puertas. Ser valiente no es sólo cuestión de suerte...


Oigo un susurro, no sé si es tu voz o la mía. O las dos fundidas.
Escucho un leve susurro, que me dice.. cállate.

Que le de más vueltas no cambiará nada.
Sshh..
Cállate...


http://www.youtube.com/watch?v=n0qAzL7Pl80

martes, 22 de febrero de 2011

Resignación

La resignación del destierro, del recuerdo, del silencio.

Con quererse no es suficiente.
La resignación como una ética, como un modo de asimilación de lo inasumible, de aceptar lo dolorosamente inentendible.
Otra vez será.
La resignación como una costumbre, la resignación como un compañero fiel y cenizo.
No es nuestro momento. Me has conocido en una época extraña de mi vida.
La resignación como una larga espera, como una contemplación pasiva de los segundos, estática, expectante.  
De nada sirve llorar.
La resignación como una coraza, como una armadura ante la cual las heridas son sólo superficiales, los disparos se notan pero no hacen mella, no atraviesan. Resignación como protección.
Nadie es imprescindible.
La resignación como una cómplice de la soledad, camuflada en autosuficiencia, pero repleta de un vacío espeso.

Me empapo día a día, no dejo que nada me afecte. La desilusión no llega a materializarse ni en mueca ni en sal, antes de que se solidifique aparece la resignación que lo diluye todo. Se evapora. Mi máscara, mi salvación, me sumerjo bajo su manto oscuro.
Pero con mucho, mucho cuidado, de que ese traje de resignación no de adhiera a mi piel y no pase de disfraz a uniforme.

Resignación como vía de escape, como un modo de supervivencia.

martes, 8 de febrero de 2011

Sobre mí..

Autorretrato

Me gusta rodear lunares. Será porque no tengo, dicen que uno suele envidiar aquello de lo que carece, y a mí me encanta contarlos, observarlos, coger un boli, y con rapidez y firmeza, rodear los lunares de aquel que ose sentarse a mi lado en clase, en la biblioteca, o en cualquier lugar en el que disponga de un arma afilada con tinta de colores.
Me gustan las ranas. Me encanta que me regalen peluches de molde anfíbico, color verde, verde esperanza, ranas y más ranas que nutren un ejército en mi habitación. Tengo un representante de las personas que más me importan en forma de esponjoso ser de charca.
Me gustan los secretos. Adoro coleccionarlos, creo que un secreto es el mejor regalo del mundo, pues cuando compartes un secreto estás cediendo una parte de tí a otra persona, un pedazo que nadie antes había descubierto, y que ahora os une.
También me gusta escuchar música en los viajes en coche, mirar por la ventana, y cantar en voz baja. Me gusta coger florecillas de jazmín y echármelas al bolsillo, y que cuando vuelva a meter la mano en él al cabo del tiempo, se me quede el olor en los dedos, el olor del recuerdo de ese día o momento en que arranqué esa flor. Me gusta que me toquen el pelo, pero no me gusta que me toquen la nariz, ni los pies. No me gusta que me cojan de la mano a no ser que salga de mí.
No me gusta esperar. Por eso siempre llego tarde a los sitios. No me gusta hablar de mí., por eso siempre hago preguntas: prefiero escuchar.
Me gusta estar en casa, en mi cuarto, y escuchar de fondo a mi hermano tocando el piano.Me gusta meter las manos en sus rizos espesos e indomables.
Me gustan los piñones, los abrazos, los sms esperados, las frases de las canciones, los bocados en las pestañas, las lágrimas de risa, las pedorretas en la barriga, y un largo etc.,  las ranas, los lunares y los secretos.
Así soy yo.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Declaración de intenciones

Me he pasado demasiado tiempo buscando canciones que narraran mi historia. Volcándome en melodías que compusieran mi banda sonora, que reflejasen mis días, que fueran los capítulos de mis etapas, las huellas imborrables de mis vaivenes.
Aullidos de socorro camuflados en palabras ajenas, mensajes lanzados al viento para que los descifraras y supieras de mi dolor, o de mi ilusión, mis ganas de luchar, o mis caídas. Mensajes a los que nunca prestaste atención.
Letras que le dieran sentido a lo que me invadía, que reflejaban aquel momento que quería que quedara tatuado en acordes, para no olvidarlo, para acudir a él cuando quisiera, para volver a él cuando volviese a leer esas estrofas o escuchase ese estribillo.
He intentado que otros contaran mi historia.
He estado mucho tiempo agazapada, escondida y aferrada a un puñado de canciones no compuestas por mí.
Ahora no.
Ahora, firmo lo que escribo.
Mireya G. Encinas