miércoles, 22 de mayo de 2013

Eterno resplandor de una mente con recuerdos

¿Alguna vez has volado enganchado a un recuerdo?

Es como un viaje en el tiempo: te abrochas el cinturón y tus ojos miran como antaño, tus palabras salen de la boca del niño que fuiste, y tu risa está distorsionada, suena como un eco, como el rebote del sonido en una montaña lejana.
Y puedo volver a ser yo, contigo. Y soy ese antiguo yo, contigo.
Y si yo cojo este vuelo, ¿te unes a las alturas o tus pies se quedan en la tierra firme del presente? No sé si este pasaje es necesariamente doble.

Dime, ¿te sigues tocando el pelo cuando te pones nervioso? ¿O el movimiento se extinguió cuando dejamos de querernos? Rectifico: cuando dejamos de dolernos. Tienes que comprender que para mí eres una fotografía congelada en el tiempo, como cuando alguien muere joven: sus rasgos se detienen y su voz nunca envejece. Entiende que tú sigues siendo para mí el sonido de la risa de aquellos años, y puede que lleves el pelo diferente pero a mis ojos tus palabras saben igual, tus andares son inconfundibles, la dulzura está intacta.
Aunque ya no beba los vientos por ti.
Aunque ya tu veneno no me afecte.

¿No hay personas que sólo te vienen a la mente cuando estás triste? Como cuando estás decaído y escuchas todas la canciones melancólicas de tu reproductor, para enfatizar tu estado, para estirarlo y retorcerlo el máximo, hasta que reviente. A veces eres el protagonista de las ocasionales escenas dramáticas de mi mente.

¿Recorrerías la distancia que nos separa por un abrazo? ¿Y si yo te lo pidiera?
Sé que en este instante ese abrazo sería una calcamonía exacta de cómo era antes.
Sé que en este instante me perdería en tus manos.
Pero tiene que ser ya, ¿no lo entiendes? No puedes hacerme esperar.
Tal vez mañana no queden fuerzas para volar.
Y la chispa de nuestros ojos que enciende el motor, se haya esfumado.

¿Alguna vez te has caído enganchado a un recuerdo?
Duele cuando chocas contra el suelo. Pero colocaré una colchoneta para la próxima vez.


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