martes, 10 de julio de 2012

Si abro la boca, se escapa el demonio que hay dentro

Mantén el tipo.
Procura no destapar la furia, la prisa, el huracán.
Sigue aguantando, sigue tragando, continua escupiendo a escondidas para que nadie vea.
Para que nadie pregunte.

Y ya.
Una palabra y ¡pam!
Disparo.
La gota que colma el vaso, el paso que conduce al furor.

El folio o pantalla en blanco es tu saco de boxeo.
Tu catarsis personal.

Hay una parte de tí que quiere salpicar.
Gritar y exigir. Recriminar y golpear.
Fusilar al ejército de gatos negros que te persigue.
Abofetear a todas esas voces que no se paran de lamentar.
Echas sus quejas sinsentido por el retrete.
Quieres envolver su debilidad y su egoísmo en papel de lija y regalárselo.
Quieres darles motivos para los reproches.
Embadurnarlos con la realidad. Y que apeste.

Deseas demacre, deseas untarte en algo repugnante.
Destrozar las murallas, las presas, los diques.

Destrucción constructiva.
Construcción destructiva.

Necesitas dejarte poseer por la envidia y la rabia.
Desquiciar, desbordar la intensidad.
Desafiar y desafinar. Perder la compostura.
Ensuciarte, incordiar. ROMPER.

Quieres destruir algo hermoso y delicado.
Quieres dejar de hacer lo que todos esperan de tí.
Quieres ser egoísta, quieres ser débil e inconsolable.
Una tormenta, desbocada, de verano.

Una fiera en furia.
La reina de la ruina.

Deseas tocar fondo, y ver qué hay más allá.

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