domingo, 29 de diciembre de 2013

Retales

Si leyeras algunas cosas que tengo escondidas.. ¡qué miedo le tendrías a mis secretos!

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Menos mal que te tengo de ancla y de escudo.
Vamos a escondernos en los recovecos de la noche para hacer todas las travesuras que no nos permite el sol.
Todas las frases repletas de adolescente autocompasión dejaron de representarme en el momento en el que te hiciste okupa de mi pensamiento.


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Ella está esperando a que llegue la tragedia de su vida.
Todos tienen una. ¿Por qué iba la mala suerte a ignorarla?


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Conformismo o soledad. Aceptar o perder. Resignación o vacío.
Y una pregunta como un puñal: ¿Merece la pena?
Para mí la verdadera cuestión es: ¿por qué tiene que haber una pena?


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Viviendo en gerundio me siento más yo.

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Me tengo enjaulada con las puertas abiertas. Y tú ni siquiera estás vigilando.
¿Y ahora qué hago?
¿Salto o te abrazo?

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Las ocasiones perdidas son un lastre,
aún sabiendo que el insomnio sólo me lo cura tu abrazo.
Puedo escoger las ojeras y comerme el mundo en cada bostezo,
o lamentarme contrafácticamente por las aventuras no vividas cerrando el párpado de un tirón.

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Las dudas germinan en mi mente
pero mueren cuando abro la boca para que salgan,
se marchitan y naufragan en un mar de saliva.
Las estrofas que cobran sentido sólo en mi cabeza están malditas.
Y si las canto hay una bomba que estalla en millones de astillas.

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No tiene sentido el alcohol si no hay nada que quieras olvidar,
intensificar
o desatar.

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Hay un diluvio de estrellas fugaces y se me han gastado los deseos.
Es el vacío que dejan los sueños consumidos,
como cuando consigues besar a tu amor platónico.
Una vez llegas a la meta puedes descansar
pero se evapora la ilusión de la persecución de lo imposible.
Qué horror cuando no nos queden secretos  por contar...

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¿Y si cuando llega el mañana ninguna de las cosas que planeaste se ha hecho realidad?
Estoy persiguiendo mi futuro y  a pesar de lo deprisa que corro no lo consigo alcanzar.
¿Acaso no sabe que odio esperar?

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Me quedo con la confesión de tu boca ebria a mi mirada ebria que la recibía con humedad no etílica. Guardo en un frasco del cristal menos frágil tus palabras, que aunque no sabemos hasta cuando serán ciertas, son verdad por cómo me las dices, por la honestidad y la dulzura que destilan: ideal, siempre, contigo. 

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Qué maravillosa capacidad tienen los recuerdos nuevos, frescos y limpios de sacar a empujones y golpetazos a aquellos sucios y llenos de barro.

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Tu cara es un poema hecho de jeroglíficos interminables; tus ojos, un precipicio. 
Sumérgete en el desierto de mis pestañas y comprueba lo secas que pueden estar mis pupilas,
parece decir tu mirada, desafiante.

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El mañana se hace escurridizo y juega travieso con tu descanso,
y al despertar la resaca me recuerda que los sueños mueren cada amanecer al abrir los ojos.

Hay noches que no acaban nunca y otras que se esfuman en un parpadeo.

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Y yo que creía que tu presencia era toxica y contaminante...
desde que estás cerca me dueles menos,
me das más igual.

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Pasea por las calles con la libertad del que nada le importa.
Besa y muerde las bocas con la diversión del que nadie puede herir.
Colecciona secretos ajenos con la paciencia del que nunca llora.
Huele los recovecos con la curiosidad del que no se cansa de sentir.

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Mis pestañas están cansadas como si hubieran corrido una maratón,
pero aliviadas de haber llegado a la meta: ya no queda nada más por derramar.
Las lágrimas sin motivo no duelen menos, sólo son más incoherentes y sus secretos más difíciles de descifrar.

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Sigues paseándote por mis sueños, recurrente, fingiendo que todo es como antes.
Luego me despierto y la fantasía se evapora.
Esos días, te hospedas en mi mente a pensión completa.
Y entonces voy y araño tu rutina con llamadas inoportunas,
con súplicas desnudas de orgullo y con cumplidos que, aunque mereces, nadie me ha pedido.

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Nadie.
Nunca.

Nadie nunca sabrá..
..la tormenta que hay detrás de mis ojos.

La batalla. La humedad. La rabia. La pena.

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Yo siempre caminé más deprisa.
Por eso me doliste antes,
por eso te olvidé primero.
Mi cicatriz, era tu herida fresca,
y mi mayo, tu enero.

Llegaste con retraso a nuestro entierro,
y yo recogí las flores secas,
para que inundaran mi vuelo.

No es que te amara menos,
es que aprendí antes,
el dolor de los inviernos.


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Saber ser yo, pero con matices, no un ser inerte, pero tampoco alguien que se deja el alma, aunque quizá sí la piel.

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Tengo las pestañas llenas de primavera. El azul es intenso, y se reflejan los colores de las flores. Camino por esta ciudad ya tan mía, mirándola como si fuese una turista, atendiendo a cada detalle, antes olvidado por las prisas y la rutina. Descubro recovecos, voy pisando fuerte impulsada por la música de mis oídos. El Abril tan temido por todos, tan mencionado en las canciones tristes, ha sido frenético e intenso. Maravillosamente estresante.

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¡Qué absurdo es no ser absurdo!

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