jueves, 7 de enero de 2016

2015

Sería genial hacer un bonito collage con todos los momentos amables de este año, colgarlo en las paredes de mis recuerdos, y recrearme en sus colores brillantes.

Sí, este fue el año en el que encontré mi primer trabajo para el que me he esforzado durante años, en el que me gano la vida, ayudando, haciendo lo que más me llena.
También fue el año en el que conseguí uno de mis mayores objetivos vitales: no depender de nada ni de nadie.
El año en el que grabé mi piel con los que más quiero, en el que vino una tormenta de verano y me arrancó la melena.
El año en el que construimos un nuevo hogar, solo nuestro, nos abrigamos con nuestra complicidad en el invierno, y despedazamos con nuestra unión las olas en verano. En el año en el que no tuve que aprender a convivir contigo porque es tan fácil que creo que he sabido hacerlo desde siempre.
El año en el que los de siempre siguieron ahí, cada uno a su manera.
El año en el que he apagado antiguos y largos incendios, en el que he perdido unos cuantos miedos y normalizado algunos demonios.
Probablemente el año en el que más paz haya sentido en toda mi vida.

Y no me olvido de todos estos trozos de piedras preciosas. Pero solo con ellos, el collage sería hermoso, pero incompleto.

No puedo olvidar que este ha sido el año en el que la palabra cáncer se ha hecho tan habitual en mi rutina que si lo piensas da escalofríos. El año en el que la rabia y la impotencia nos han inundado, pero también la unión más pura, las ganas de vivir más feroces, el optimismo más infatigable. En el que he tenido que ver a unos críos hacerse mayores por la fuerza de las circunstancias, y a mis cuatro padres ser mas pilares y magníficos que nunca.
El año en el que tuve que meterme a empujones en la cabeza que nunca volvería a abrazar a mi abuela en este mundo, sólo en el de los sueños.
El año en el que me marché, y todo siguió su curso. El año en el que me di cuenta de que yo también era prescindible. En el que sentí celos, envidia, silencio, distancia, desubicación.

Cada trozo es una pieza de este 2015 al que reconozco tenía ganas de despedir.

El año que será recordado como aquel en el que un abrazo en una habitación de hospital fue el mejor regalo de Navidad de la historia.
Aquel en el que nos dijimos tantas veces "esto también pasará" que al final, pasó.

Y ahora toca coger una bocanada de aire nuevo y fresco, y recibir todo lo que está por venir. Por estadística, ha de ser mejor.

2016. Allá voy.

Año nuevo, vida nueva.

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