lunes, 5 de septiembre de 2016

Vacaciones

El verano se despide.
Y yo necesito unas vacaciones.
Unas vacaciones de mí misma.
Necesito unas vacaciones de ser yo.

No sabría decir cuál fue el momento exacto
en el que salí del epicentro de todas las tormentas.
¿En qué instante me coloqué al otro lado,
donde se tiende la mano en vez de pedirla?
No recuerdo cuándo fue la última vez que pedí socorro.
¿Desde cuando no me rompo,
y, sobre todo,
desde cuándo no me dejo recomponer
(si es que alguna vez lo hice)?

Toda esa colección de tristezas,
demonios,
terrores
y heridas ajenas
en vez de insensibilizarme o endurecerme
para protegerme de su erosión,
me pesan.
Me agotan.
Me pesan en la espalda todas esas lágrimas
de las que soy testigo y toalla,
se me enquista cada grito de auxilio,
cada sonrisa que no soy capaz de resucitar,
cada demanda,
cada nudo sin deshacer,
cada responsabilidad,
cada esperanza puesta en mi persona,
cada expectativa con destino incerto,
cada amanecer violado por la niebla.
Me pesa de tal manera,
que observo asustada como,
de tanto en tanto,
se me cojea el caminar.

Me doy cuenta y entiendo,
es lógico querer tener cerca a aquellos
que dan más soluciones que problemas.
Pero quisiera sentirme necesaria también
cuando no haya nada roto,
en la frescura calma de los cielos despejados,
y no solo en las tormentas de verano.

Soy consciente de que no tengo derecho a quejarme.
Al fin y al cabo, yo elijo estar ahí,
cada día en cada elección me coloco donde estoy.
Es por eso que solo pido un descanso,
unas vacaciones de mí,
ser, durante un tiempo, lo que no soy.
Aunque me abruman las atenciones excesivas,
no soporto sentirme vulnerable
y odio dar pena,
en este juego de disfrazarme de otra persona,
quisiera ser por un breve periodo de tiempo caprichosamente egoísta,
dejarme cuidar en la calidez de un abrazo,
ser el centro del mundo de unos ojos durante un instante,
que me abriguen con palabras de aliento,
poder priorizarme sin culpabilidades martilleantes.

Bien sé que esta tregua no es permanente,
es tan sólo un lapsus para recargarme,
enderezar los pasos que están torcidos,
desprender las contracturas,
vacíar
y hacer acopio de todas mis fuerzas
mis sonrisas más brillantes,
y mis palabras más cálidas
para seguir regando con mi tiempo
a todo aquel que quiera susurrar mi nombre.






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