lunes, 29 de mayo de 2017

La casa que encoge

La casa se nos está quedando pequeña:
cada vez hay más trastos
(mediocre forma de llamar a los recuerdos),
en cada paso que damos
vamos acumulando zapatos
de diferente número y pisada
pero de similar suela desgastada,
al saltar los dos al unísono,
aunque no sean idénticos nuestros tropiezos
(son nuestras caídas no simultáneas
las que nos permiten tender al otro la mano
y ayudarle a levantarse
y mimar los rasguños con esmero).

Tú, acumulas botellas de cervezas vacías
bebidas al calor de las risas cómplices,
regaladas por manos amigas
que tan bien te conocen
(y, por tanto, tan bien te adoran).
Yo, acumulo libros como ladrillos
que me hacen de sostén y empuje
cubriendo las paredes antaño blancas
que son ahora mosaicos de colores
donde reposan nuestras esperanzas.

Ambos recolectamos entradas de conciertos,
pegatinas, tickets y recortes,
fotografías coloreadas
por la belleza de la pura alegría,
trozos de la intensidad del momento,
accesos directos en nuestro escritorio
a carcajadas pretéritas y acompasadas,
sabiendo que todos esos pedazos
cada vez estarán más acompañados,
y formarán un ejército que nos proteja,
que el futuro y su incertidumbre
no asustan ni una milésima
al saber que lo que viene
es todo lo que queramos acoger
con nuestros cuatro brazos eternos
y entrelazados.


Es por eso que
la casa se nos está quedando pequeña:
cada vez es más hogar,
cada vez somos más grandes,

cada vez somos más nosotros.

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